Declaración de fe del blog

Declaración de fe del blog

paulo y johanna

Hola, Dios te bendiga mucho. Gracias por leer esta página e interesarte por mi persona.

Ni nombre es Ricardo Paulo Javier Arieu, soy argentino,vivo actualmente en la ciudad de Bahía Blanca, provincia de Buenos Aires. Nací en la capital de mi pais un 8 de febrero de 1965,soy casado.Por le momento sin hijos.

Soy cristiano evangélico, desde aproximadamente el año 1988, en que luego de llevar una adolescencia bastante complicada, y llevar una vida pecaminosa, me entregué a Cristo, y me bautice en una iglesia evangelica pentecostal .

Desde ese momento,siempre me he congregado en iglesias evangelicas, de corte carismatico o pentecostal.

Mi profesión es analista de sistemas y programador, pero he decidido dedicar,me a tiempo completo en el tema de la enseñanza y difusión del evangelio de Jesucristo

Estudie en el instituto Superior Juan XXIII de Bahia Blanca, B.As.,Argentina, la carrera de Analista de Sistemas en Computacion Adminsitrativa,pero luego la abandoné para dedicarme a trabajar realizando desarrollos informáticos, en empresas o por mi cuenta.

Además soy egresado del Seminario Bíblico de Fe, un instituto biblico interdenominacional que capacita lideres para el ministerioe evangelico.

También realicé un año de Lic. en Teología en el Seminario teologico Bautista de Santo Domingo,Repúblcia Dominciana.

Como ya he explicado mas arriba no soy ni pertenezco a una «iglesia gay». Como creyente, nacido del Espíritu, soy parte integrante de La Iglesia de Cristo y mi nombre está escrito en el cielo. (Efe. 1:22, 23; 2:22; Heb. 12:23)

La iglesia es el cuerpo de Cristo, la morada de Dios a través del Espíritu, divinamente señalada para el cumplimiento de su Gran Comisión. Reconozco que la Iglesia de Cristo es universal; esto es independientemente de denominación y concilio. Acepto como verdad que en este momento existe a través de todo el mundo hermanos en la fe. Por lo tanto, nuestra existencia como miembros no es y nunca será un cuerpo independiente o único, aislado de todo otro grupo de hermanos. Tampoco declaro ser el único que tengo el conocimiento de Cristo.

No ministro exclusivamente a homosexuales. Dios me ha permitido ayudar a muchas personas heterosexuales a encontrar el camino de verdad y justicia, alcanzando así la salvación de sus almas reconociendo al Señor Jesucristo como único y suficiente salvador. Hay que recordar que tanto los hombres como las mujeres homosexuales tienen familia y amistades, la gran mayoría de ellos heterosexuales y con las mismas necesidades espirituales. Si solamente ministrara a la comunidad homosexual estaría discriminando y cometiendo el mismo error que intentamos enmendar. El Señor Jesucristo nunca ha negado a nadie que se lo pida, su maravilloso y preciado don de salvación. Aunque muchos de nuestros hermanos en la fe no quieran compartir junto a nosotros es nuestro deseo el compartir con ellos siguiendo el mandato del Apóstol Pablo; «…os ruego que andéis como es digno de la vocación con que fuisteis llamados, con toda humildad y mansedumbre, soportándoos con paciencia los unos a los otros en amor, solícitos en guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz; un cuerpo, y un Espíritu, como fuisteis también llamados en una misma esperanza de vuestra vocación; un Señor, una fe, un bautismo, un Dios y Padre de todos, el cual es sobre todos, y por todos, y en todos.» (Efesios 4: 1-6)

Guste o no guste a ciertas personas, seguiremos trabajando por la gracia que nos fue dada y conforme a la medida del don de Cristo, «a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo, hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo; para que ya no seamos niños fluctuantes, llevados por doquiera de todo viento de doctrina, por estratagema de hombres que para engañar emplean con astucia las artimañas del error, sino que siguiendo la verdad en amor, crezcamos en todo en aquel que es la cabeza, esto es, Cristo, de quien todo el cuerpo, bien concertado y unido entre sí por todas las coyunturas que se ayudan mutuamente, según la actividad propia de cada miembro, recibe su crecimiento para ir edificándose en amor.» (Efesios 4: 12-16)

No enseño «teología gay», mucho menos estamos creando una nueva teología.  Enseño y proclamo el Evangelio del Señor Jesús, las Buenas Nuevas de Salvación. La grande y maravillosa noticia del cumplimiento magistral del plan divino para la redención del hombre en la persona de Jesucristo, Dios encarnado. Que esta salvación es por la gracia de Dios y puede ser nuestra por medio de la fe. ¿Acaso es ésta teología, «gay»? ¿Qué tiene de nueva? El que no concuerde con la interpretación de algunas pocas palabras en el texto bíblico, no hace que la verdad del evangelio deje de ser verdad, deje de ser la buena nueva de salvación, o que ésta se vuelva menos poderosa y eficaz.

No pertenezco a ningún movimiento secreto mundial, ni estoy organizado o asociado a ningún grupo que desee apoderarse del mundo o destruir a la sociedad heterosexual o discriminar a los homosexuales o a cualquier otro grupo o sector minoritario de la sociedad Esa alegación es total y absolutamente absurda, ridícula y sin sentido de lo real. No hay tal clase de unidad entre aquellos que tuvieron al mas grande Maestro y líder en la historia de la humanidad, quienes deberían dar el ejemplo o sea, La Iglesia, e intentan hacerle creer a la gente que existe un movimiento organizado con un «plan maestro» secreto para apoderarse del mundo y adelantar la «agenda» gay. Nuevamente, eso es totalmente absurdo. Lo que si existe, es una gran cantidad de grupos independientes, con una gama de intereses particulares. Algunos comparten ideas particularmente aberradas que no apoyamos y otros con intereses muy legítimos. Cada uno de ellos busca adelantar su causa utilizando los medios que tienen a su alcance. Esta es la verdad mirándola desde una justa perspectiva. No se debe generalizar y agrupar a todos bajo un mismo grupo porque realmente no lo son.

Al grupo que sí pertenecemos es al Cuerpo de Cristo, La Iglesia. He sido lavados en la sangre preciosa del Cordero de Dios. Confieso y proclamo Su Señorío y nuestra agenda está escrita en Las Sagradas Escrituras; «Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura. El que creyere y fuere bautizado, será salvo;…» (Mateo 16:15-16a)

No soy inmorales. Entiendo que la Biblia es Palabra de Dios dada al hombre y la acepto como única y total autoridad en cuanto a toda doctrina y enseñanza. Es ella mi guía y a ella acudo en busca de dirección en asuntos morales y éticos. Sí, es posible que no concordemos con la definición de «moralidad» que tienen algunas personas. No puedo complacerlos a todos, pero sí trato y me esfuerzo por complacer a mi Padre celestial y seguir Sus enseñanzas claramente reveladas en Su Santa Palabra.

Cada uno de los homosexuales que intenta llevar una vida cristiana sabe cómo se siente uno cuando lo critican y rechazan, aun las mismas personas que en nuestra vida queremos agradar. Nacimos y crecimos en un ambiente mundano que tiene favoritos y rechaza a otros. Pero como nadie puede ser el mejor en todo, hemos sido todos ignorados, descuidados o rechazados por los padres, los profesores, los entrenadores y por los amigos en alguna oportunidad. Ya que todos los seres humanos nacemos en pecado, Dios nos rechaza hasta que somos aceptados por El en Cristo en el momento de la salvación. Desde entonces todos hemos sido el blanco de Satanás, el acusador. El nunca dejará de mentirnos acerca de lo indignos que somos ante Dios y ante los demás. En esta vida todos tenemos que vivir con el dolor y la presión del rechazo. No importa cómo sea nuestra vida, a alguien no le va a gustar.

Los cristianos que aplastan a otros dañan a las personas. Los cristianos maduros no se conducen de esa forma, porque saben que los creyentes no deben hacerlo. No estamos obligados a responder al rechazo controlando el sistema, cediendo ante el sistema o rebelándonos contra el sistema. El sistema que utiliza el mundo para determinar nuestra valía no es lo que determina nuestro valor personal. Nuestra lealtad la debemos a Cristo no al mundo. En Colosenses 2:8 Pablo nos enseña; «Mirad que nadie os engañe por medio de filosofías y huecas sutilezas, según las tradiciones de los hombres, conforme a los rudimentos del mundo, y no según Cristo.»  El sistema del mundo es muy influyente, pero no necesitamos responder a ese sistema, porque no somos de este mundo, ahora estamos en Cristo.

En ocasiones tenemos la tentación de tomar el papel del Espíritu Santo o de la conciencia en la vida de alguien cuando se trata de aspectos en que las Escrituras no son específicas, como por ejemplo; «Los cristianos no beben ni fuman» o «Debes tener 30 minutos de oración y estudio bíblico cada mañana». Estamos convencidos que el Espíritu Santo sabe exactamente cuando producir convicción en asuntos de conciencia. Eso es parte del proceso de santificación que está a su cargo. Cuando tratamos de ocupar el lugar del Espíritu Santo en la vida de otra persona, interferimos en su batalla con Dios para dirigirla nosotros; y no estamos capacitados para esa tarea. Al hacerlo, hacemos poco más que comunicar críticas y rechazo.

No enseño que Dios acepta toda clase de orientación sexual. Si enseñara eso tendría que aceptar una serie de comportamientos aberrados que sí están claramente mencionados en las Sagradas Escrituras como por ejemplo; la pederastia, incesto, bestialismo, etc. Esta clase de comportamientos pueden encontrarse incluso entre los heterosexuales y los que practican estas cosa suelen defenderse diciendo que son «su orientación sexual».

No deseo ni necesito explotar el «status» de víctimas de los homosexuales o por ser minorías como algunos desean hacer creer a la sociedad, porque ni son víctimas y mucho menos minoría. Pablo lo explica muy bien y mucho mejor de lo que podríamos hacerlo nosotros en Romanos 8: 31-39; «¿Qué, pues, diremos a esto? Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros? El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también con él todas las cosas? ¿Quién acusará a los escogidos de Dios? Dios es el que justifica. ¿Quién es el que condenará? Cristo es el que murió; más aun, el que también resucitó, el que además está a la diestra de Dios, el que también intercede por nosotros. ¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación, o angustia, o persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o espada? Como está escrito: Por causa de ti somos muertos todo el tiempo; Somos contados como ovejas de matadero. Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro.»  Tal vez podremos padecer y ser víctimas de las críticas y el discriminen pero, ¿acaso pretenderemos ser mayores que nuestro Maestro? ¿Acaso no sufrió El de lo mismo?
Por la Gracia de Dios somos sus hijos y amigos. Hemos sido justificados y estamos unidos al Señor en espíritu, somos uno con El. Por haber sido comprados con precio, pertenecemos a Dios y somos miembros del cuerpo de Cristo. Al igual que todo cristiano nacido de nuevo, somos santos. Hemos sido adoptados como hijos de Dios y tenemos acceso directo a Dios por medio del Espíritu Santo. Por la obra de Cristo hemos sido redimidos y perdonados de todos nuestros pecados. Resumiendo, estamos completos en Cristo.  ¡ALELUYA!

No buscamos «confundir» y «neutralizar» a las iglesias, mucho menos «difamar» y «estereotipar» a los cristianos. Jesús claramente advierte; «…Todo reino dividido contra sí mismo, es asolado, y toda ciudad o casa dividida contra sí misma, no permanecerá.» (Mateo 12:25) Esta es una verdad universal. El mejor de los proyectos fracasa si no hay unidad. Cuando hay división, ningún plan prospera. Por ello Satanás causa divisiones entre los cristianos. Al dividirnos, sospechar unos de otros y fijarnos en nuestros puntos débiles, estamos violando el más sagrado principio del éxito colectivo: la unidad. Pero ay del «… que haga tropezar a alguno de estos pequeños que creen en mí, mejor le fuera que se le colgase al cuello una piedra de molino de asno, y que se le hundiese en lo profundo del mar. ¡Ay del mundo por los tropiezos! porque es necesario que vengan tropiezos, pero ¡ay de aquel hombre por quien viene el tropiezo!» (Mateo 18:6,7). Nuestro interés es que en todos exista «una misma cosa, y que no haya entre nosotros divisiones, sino que estemos perfectamente unidos en una misma mente y en un mismo parecer.» (1 Co 1:10)

No escondo la verdadera naturaleza de nuestros actos. De hecho es el propósito de esta página el declarar públicamente nuestras creencias y la razón de nuestros actos. Con todo lo expuesto en ella si aun existieran dudas, estamos abiertos a recibir sus preguntas y contestarlas a través de la misma.

Si usted amigo(a) y hermano(a) lee la declaración de fe que se encuentra en este artículo podrá darse cuenta de que mis creencias son ciertamente cristianas. Solamente pudo llegar a diferir en la traducción de unas pocas palabras en unos pocos versículos de la Biblia. Un estudio más completo al respecto podrá encontrarlo en las paginas de este blog.

No buscamos «abusar» ni participar en el proceso político de éste o cualquier otro país del mundo. Hoy en día se habla mucho de que es tarea de los cristianos recuperar el dominio quitándolo de manos de Satanás y (como dioses de derecho de este mundo, según algunos) restaurar el planeta Tierra para que vuelva a ser el hermoso paraíso que fue antes que Adán y Eva pecasen. Sin embargo, el hombre no ha perdido el dominio que Dios le dio para señorear «… en los peces del mar, en las aves de los cielos, en las bestias, en toda la tierra, y en todo animal que se arrastra sobre la tierra.» Por esto, hablar de restaurar el dominio al hombre carece de significado. El problema no es la pérdida de dominio del hombre, sino su abuso del mismo.

Jesús mostró claramente el contraste entre su reino y los reinos de este mundo, e indicó que el dominio es algo bien lejano de la meta de la salvación, cuando les recordó; «…Sabéis que los gobernantes de las naciones se enseñorean de ellas, y los que son grandes ejercen sobre ellas potestad. Mas entre vosotros no será así, sino que el que quiera hacerse grande entre vosotros será vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros será vuestro siervo; como el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos.» (Mateo20:25-28) Pero parece que hoy en día se le ha dado un nuevo significado a la «Gran Comisión».

Una y otra vez se escucha en los programas de radio y televisión al igual que en muchas revistas y libros que el cristianismo está en camino para conquistar el mundo. «Es solo cuestión de conseguir suficiente dinero,» dicen, «para adquirir suficientes emisoras cristianas de televisión, programas y satélites que saturen las ondas, y de organizar a suficientes votantes conservadores para que sitúen a suficientes cristianos calificados en cargos políticos clave.» Y estas cosas son buenas, pues deberíamos emplear todos los medios legales posibles para influir en el clima moral para bien y mejorar el gobierno pero, deberíamos también recordar que la organización política y la acción social, por si, nunca cumplirá la «Gran Comisión». Debemos guardarnos de que «la limpieza de la sociedad» no venga a usurpar el puesto de la predicación del evangelio de Cristo.

Por lo que le toca al papel del cristiano respecto a cambiar o gobernar este presente mundo malo, el silencio total de Cristo hacia un malvado César y la corrupta y opresora presencia de Roma en Palestina contrasta con sus constantes y punzantes reprensiones de los líderes religiosos de Israel. Cristo solo mencionó a César en una sola ocasión; «Pues dad a César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios»  (Lucas 20:25) Tanto Pablo, (Hechos 25:8), como Pedro urgen a los cristianos a como «extranjeros y peregrinos»en este mundo a los gobiernos terrenales y a dar ejemplo de «buenas obras» (Romanos 13:1-10; 1 Pedro 2:11-20). Pero muchos hoy en día están muy ocupados reclamando sus derechos.

Aunque se debería buscar el crecimiento de la iglesia, demasiadas veces esto llega a ser un fin por sí mismo, y el éxito llega a medirse por la cantidad y no por la calidad. Llenar las iglesias con «cristianos»cuya pasión sea llegar a ser la fuerza política dominante en el mundo en lugar de llamar fuera del mundo a discípulos que se sometan a la verdad que libera a los hombres sería para destrucción del verdadero propósito de Dios. Es trágico que para un creciente número de «cristianos» rescatar a los perdidos se haya transformado de alguna manera en conquistar el mundo. Cristo jamás prometió que el mundo sería ganado ni aún con el evangelio de su gracia; mucho menos tenía la intención de que el arma de la iglesia fuese la acción política/social. «someternos»

Mi objetivo es estimular a todo creyente a cultivar una relación estrecha con el Señor Jesucristo. Pretendo disipar los mitos y mentiras diseminadas desvergonzadamente por algunos extremistas «cristianos» para impedir que los homosexuales, lesbianas, bisexuales y transgéneros se acerquen al reino de Dios.

Mi misión es alcanzar a toda vida posible alrededor del mundo y proclamar las buenas nuevas del amor incondicional de Dios para todo aquel que en Él crea, tal cómo enseñara Jesucristo en su ministerio terrenal. Además, estimular la adoración divina, el reconocimiento de la Gloria y Santidad de nuestro Dios y edificar a los santos para la obra del ministerio.

Estoy determinado a romper los lazos de la tiranía legalista y rescatar las Sagradas Escrituras de aquellos que la usan para herir y esclavizar.

publicado julio 2, 2008 por Ricardo Paulo Javier